Me atrevería a decir que en la ciudad de Matanzas hay muchas personas que conocen la existencia de un paraje llamado El Morrillo. Algunos lo conocen por la playa, casi siempre poco frecuentada y tranquila. Otros lo conocen por el Museo y, quizás, algún día lo visitaron. Pero lo cierto es que esa punta donde desemboca el río Canímar fue elegida hace unos 300 años como lugar estratégico para proteger la ciudad de corsarios, piratas y las naciones enemigas. Allí se construyó un torreón para vigilar los barcos que se acercaran, del cual aún hoy en día se conservan sus cimientos. Luego se erigió una fortaleza para cuidar la ciudad y la entrada al río que daba acceso a las múltiples plantaciones de azúcar y café que exitían en las inmediaciones. También desde allí se defendió la rada durante la primera batalla de la Guerra Hispano-Cubano-Americana. Más tarde se abadonó el inmueble y fue aprovechado como refugio temporal por Antonio Guiteras y Carlos Aponte para intentar salir de la isla, pero fueron abatidos por el ejército. En su memoria se inauguró el Museo en la otrora fortaleza, declarado Monumento Nacional en 1978. Para abrirlo, fue necesaria una restauración capital del inmueble, que para entonces estaba en ruinas. Luego sucedieron varios cambios, pero desde entonces el museo ha mantenido sus puertas abiertas, por casi cuarenta años.
Vista de la batería El Morrillo, donde se observa a la derecha los cimientos del antiguo torreón. Foto: Julio Larramendi |
Anualmente son necesarias reparaciones varias, pues el inmueble sufre, sobre todo, su cercanía al mar. Un mantenimiento constante sería más adecuado, pero no siempre se cuentan con los recursos necesarios para sostener un edificio histórico como El Morrillo.
Foto de la batería durante la restauración de 1974 para convertirla en museo |
Según las declaraciones recientes al periódico Girón de la directora del museo, Gisela Álvarez Polo, este año fue necesaria una reparación importante del techo, lo que implicó un gasto significativo del presupuesto anual asignado. También se arreglaron balcones y ventanas, pero allí se agotaron los 74.000 pesos con que contaba la institución. El presupuesto solicitado para el año próximo es de 100.000 pesos, que servirá para avanzar bastante. Pero quizás lo más importante no sea hacer restauraciones capitales una vez cada tanto, sino monitorear constantemente el inmueble y hacer un mantenimiento frecuente antes de que surjan los problemas. Prevenir es la mejor manera de conservar el patrimonio histórico. Y El Morrillo es uno de esos lugares imprescindibles de nuestro patrimonio histórico.
Vista de El Morrillo durante la restauración del techo |
A veces parece que no hace falta aclarar qué es el patrimonio histórico. Ya forma parte de esas frases trilladas que cualquiera repite o incluso afirma conocer. Pero, ¿será que esa mayoría conoce todo lo que acompaña al patrimonio histórico? Brevemente, hay que mencionar que el patrimonio es una elección consciente, no es simplemente algo viejo. Alguien elije qué denominar patrimonio y qué se queda afuera de esa lista supuestamente privilegiada. Al hacer esa elección, se tienen que fundamentar históricamente los valores que se le asignan al bien, ya sea un simple artefacto, un inmueble o un paisaje. Sí, los valores también son elecciones: se elije desde una postura teórica, desde un posicionamiento político, etc. Ninguna opinión es ajena al contexto social y político. Pero además de ello, al elegir un determinado bien como patrimonio histórico, ello implica que ese bien deba ser protegido, según indican nuestras leyes y decretos que velan por la salvaguarda del patrimonio nacional. Pues cuando se declara un bien como patrimonio es porque se asumen y aceptan esos valores otorgados y se elige, una vez más, que son importantes para la sociedad y deben perdurar para las generaciones futuras. Es así como nacieron los listados de sitios declarados Patrimonio de la Humanidad, que por cierto en Cuba tenemos algunos.
Las declaraciones patrimoniales le otorgan un papel excepcional al lugar declarado, lo que internacionalmente suele llamar la atención de muchas personas. Ello conlleva a que se incremente el número de visitantes y, de esa manera, se difundan los valores que elegimos conservar. Pero la conservación de esos sitios implica una inversión, que a largo plazo trae beneficios sociales y económicos. Esta inversión debe ser asumida con responsabilidad, donde el Gobierno provincial y municipal juegan un rol fundamental. El cuidado de nuestro patrimonio es una de las políticas públicas necesarias, que pueden recibir también contribuciones externas para su mantenimiento, aunque para ello es importante trazar dinámicas de manejo y programas de desarrollo que le den a la institución algo de autonomía para su financiamiento. El Morrillo tiene un potencial inexplorado que va más allá de lo que pueden imaginar muchos. El patrimonio de esa pequeña región tiene la clave para revivir la atracción del público. Como menciona su directora, “...cerrar sería absurdo...”. Hay que buscar soluciones a los problemas, trabajar en conjunto para lograr mantener este lugar histórico. Y en esto influye también el papel de la comunidad. Está en nosotros, como sociedad, que le otorguemos valor a nuestro patrimonio, a nuestro pasado, no sólo para que dure un poco más, sino, sobre todo, para que estos sitios históricos contribuyan al desarrollo social.
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